Ser pionero cuando eres trans es sumamente fácil. Últimamente he sabido de varias personas que eran las primeras en algo, valga como ejemplo la primera mujer transexual musulmana. Sin ir más lejos, a mí me dijeron que era el primer estudiante trans de la UNED, pero se me ocurren más ejemplos, entre los cuales uno de los más sonados es «el primer hombre embarazado», un tópico que se repite una y otra vez en distintos países.

No obstante, estos pioneros, no suelen serlo nunca. Yo no fui el primer estudiante trans de la UNED (y probablemente ni siquiera fuera el primero en pedir que se reconociera mi identidad), igual que Thomas Beatie no fue el primer hombre transexual embarazado (los ha habido por decenas, quizá cientos o incluso miles, antes que él), ni esta señora es la primera mujer transexual musulmana (Irán está lleno de ellas, pero también las hay en Gran Bretaña, donde vive ella).

«No hay foros para hablar sobre transexualidad», me dice mucha gente «voy a crear uno». Así se añade un foro o grupo más a los cientos de foros y grupos que ya hay sobre el tema, y vuelve a ser el primero. De esta forma, la rueda de la transexualidad se reinventa una y otra vez cada seis meses más o menos. De esta forma, no existe una memoria transexual, el pasado desaparece.

La perpetua novedad de lo transexual es la excusa perfecta para que las instituciones no lleven a cabo el reconocimiento de género de las personas trans. Como es algo tan «novedoso» no ha habido tiempo de que la sociedad se adapte (se ha llegado a plantear la hipótesis de que el jurista romano Gayo fuese una mujer, es decir que podemos estar hablando de un antecedente de hace tan sólo 1900 años), y por tanto es completamente normal que a los estudiantes trans se les obligue a asumir la identidad asignada al nacer «hasta que no se arreglen las cosas».

Igualmente, llama la atención lo poco que dura en nuestra memoria «la novedad trans». Si pongo en Google «el primer transexual», o «el primer transexual que», me salen sólo noticias sobre el primer transexual de esta semana (casualmente, toca uno de los que han dado a luz, esta vez, en Alemania).

Un amigo me pasó este artículo que afirma que la transexualidad se da el doble en el ejército que en la sociedad en general. Después de presentar una serie de datos contradictorios, basados en suposiciones (es decir «inventados»), el artículo señala que «Junto con España, que cambió la normativa en 2009 durante el mandato de Carme Chacón en Defensa, ya son 10 los países que permiten transexuales en sus Fuerzas Armadas: Australia, Bélgica, Canadá, República Checa, Israel, Países Bajos, Suecia, Tailandia y el Reino Unido». Así que resulta que en España debemos darle las gracias a Carme Chacón. No a Aitor, un hombre transexual al que se le impidió el acceso al ejército por no tener pene (cuando por fin se cambió la normativa, él ya superaba la edad máxima para presentarse, y aunque se le concedió una oportunidad extraordinaria, suspendió el exámen y ya no pudo volver a probar, cosa que sí habría podido hacer de no haber existido ese impedimento cuando lo intentó por primera vez). Así, los logros de las personas trans se convierten en cosas que «estaban ahí».

La transexualidad no tiene pasado, y no tiene futuro. Muchas de las «iniciativas pioneras» se mueren al cabo de tan sólo unos meses de vida. Es lógico: cuando estás inventando algo, el riesgo de fracasar es mayor. Durante el brevísimo presente, las iniciativas pioneras trans pasan completamente desapercibidas. Sólo las conocen en su casa (el que las hace y dos o tres más), pero no importa, porque somos la ostia en barca. Somos los primeros, así que es normal que sea duro. Ya nos haremos más conocidos.

No nos preguntamos por qué, si las personas que no están conformes con el género asignado por otros hemos existido en todos los tiempos de la humanidad, y en todos los lugares, somos los primeros. Por qué estamos «revolucionando» y «rompiendo». Por qué no tenemos referentes. Por qué es tan fácil ser pioneros. No nos lo preguntamos, porque es más fácil pensar que estamos haciendo algo que nadie ha hecho, que pensar que seguramente no somos tan originales y que es probable que otros lo intentaran antes. Que es probable que no seamos más listos que esos otros que lo intentaron antes, y que deberíamos saber por qué ellos desaparecieron, para evitar que nos pase lo mismo.

No nos molestamos en saber quienes estuvieron delante, investigar su trabajo y aprender de sus fallos, porque es mejor pensar que somos pioneros, que sabemos más y que, naturalmente, lo haremos mejor. En realidad, les despreciamos un poco. Somos los pioneros. No necesitamos referentes, sino que seremos el referente. Hasta que llegue alguien detrás, dentro de unos 6 meses aproximadamente, que sea el pionero. La primera persona trans que…