Tengo que decir que me porté mal con el chico al que iba referida la entrada anterior.

En la conversación que tuvimos, él no iba hablando con maldad. Entre otras cosas, lo que escribí no ocurrió todo a renglón seguido, sino que eran ideas que iban apareciendo al hilo de una conversación que se basaba en la confianza. Él se dio cuenta un par de veces de que me había dicho algo que me molestó, y de hecho me dijo que si me estaba molestando, que se lo dijera. Sin embargo, no se lo dije, porque me pareció que había muchas probabilidades de que eso llevaría a una discusión en la que él terminaría enfadándose y bloqueándome para siempre y jamás de todos los lugares del mundo mundial. Yo estaba muy cansado (como siempre), y no me apetecía arriesgarme a eso.

Sin embargo, al mismo tiempo, también le estaba quitando la posibilidad de hacer lo contrario. Es decir, la posibilidad de no enfadarse, de replantearse las posturas asumidas sobre lo que cada cual puede esperar en la vida y en la sociedad, y de darme una conversación interesante y enriquecedora.

Le seguí la corriente, y se quedó muy contento. Al día siguiente, después de un día duro para él, llegó a mirar y mi blog (nunca había entrado) y se encontró esa entrada hablando de él. Si yo hubiese estado en su lugar, me habría sentido fatal. Humillado y ridiculizado, utilizado por una persona a la que había otorgado confianza. Él se sintió así, y con razón, y yo me comporté como un auténtico cabrón sin compasión. Tenía un motivo: mi cansancio, mis problemas, pero lo que hice fue trasladarle mis problemas a él, de modo que mi cansancio terminó convirtiéndose en su humillación. Peor aún, no escribí esta rectificación que estoy escribiendo ahora, hasta mucho tiempo después (¿Cuanto ha pasado¿ ¿Dos semanas?).

Aún así, aquella noche, hablamos, me disculpé, y me perdonó. Yo no sé si habría hecho lo mismo en su lugar. Por ese motivo, no he dejado pasar los comentarios de aquella entrada, así que aprovecho también para disculparme con las dos personas que os tomasteis la molestia de escribir para dar vuestra opinión, al tiempo que os lo agradezco.

Unos días más tarde, aquel chico volvió a decir algo que me molestó (pero esta vez me lo reservaré para mí, porque ya he metido la pata lo suficiente), pero ese día decidí decirle que me había molestado. La discusión que yo temía que se produjese la primera noche, se produjo en esa ocasión. Él se enfadó muchísimo, yo le expliqué que soy insoportable y lo mejor que puede hacer es alejarse de mí a toda prisa (un consejo que le doy a mucha gente, y que suelen aceptar con gran frecuencia) y me bloqueó de todos los sitios del mundo mundial.

Ya son casi 5 años aprendiendo a vivir de otra forma, y a estas alturas he encontrado una forma de estar en el mundo que es mía e intransferible, muy peculiar, y, al parecer, incompatible con el resto del mundo en general. Después de cinco años, todavía conozco gente que tiene ideas que yo nunca había pensado, que me sorprenden, que le pueden dar un giro a la forma de ver las cosas. No lo he visto todo, y me queda mucho por aprender (¡Viva!), pero también he visto muchas cosas, he hablado con mucha gente, y he aprendido a prever algunas situaciones.

¿En qué medida mi primera sospecha de que tendría una pelea fue decisiva para que la pelea se produjese finalmente? Si hubiese hecho las cosas bien, en la segunda ocasión él no estaría resentido (un resentimiento natural) y tal vez no le habría disgustado que le dijese que me había molestado su comentario ¿Fue una profecía autocumplida?

Por otra parte ¿cómo me puse yo en una situación así? El generar contenidos sobre transexualidad (blog y videos, principalmente) hace que mucha gente se ponga en contacto conmigo. La mayoría, son personas agradables a las que me alegro de conocer. No obstante, en otros casos, encuentro personas que sienten una cierta fascinación por la transexualidad, y lo que buscan es, simplemente, revalidar una imagen mental, más o menos romántica, de lo que somos las personas transexuales. Las víctimas luchadoras que cambian de sexo, que tratan de acercar su cuerpo «equivocado» («nací en un cuerpo equivocado») al modelo de cuerpo «correcto», es decir, cisexual.

Esto ocurre, generalmente, con personas que sienten el binario como algo natural e indiscutible, y entienden que la vida sólo tiene dos  modelos para vivirla: la de los hombres, y la de las mujeres. Por eso piensan en «cambio de sexo», y pueden decir cosas como «es un chico, pero antes era chica», o «es un chico que quiere ser chica», porque no conciben que el tránsito es nunca, y es siempre, que las personas estamos siempre transitando dentro de nuestros cuerpos y las posiciones que ocupamos en el mundo. El único tránsito, en esta vida, es el que hacemos todas las personas hacia el momento de nuestra muerte, pero como decía mi abuelo, la vida es corta, pero ancha, y las personas con identidades trans la estamos transitando en diagonal, y también en zigzag. Algo que no tiene sentido para quien cree que sólo hay dos maneras de ser, y tratan de colocarnos, una y otra vez, en una de las dos lineas paralelas, los dos caminos que ellos conocen, con candorosa torpeza, y con una inevitable frustración al reconocer que sus esfuerzos no sólo no son comprendidos, sino que son rechazados, en ocasiones con violencia (como hice yo).

Es un conflicto complejo, entre el que desea ayudar, y el que no desea ayudado. Como cuando quieres echar una mano y te dicen «para hacer lo que estás haciendo, mejor te apartas». Pienso que debe haber una forma de solucionarlo, pero lo cierto es que estoy ya tan cansado, que no doy para más.

P.D. En esta entrada sí que dejaré pasar los comentarios.