El otro día hice un viaje desde Ciudad Real a Granada, lo que implica necesariamente pasar por Despeñaperros.

He de decir que casi siempre que he pasado por allí lo he hecho subido en un autocar, medio dormido y sin fijarme demasiado en la carretera, o bien conduciendo yo, y más preocupado por la próxima curva, llevar la velocidad adecuada, a ver lo que hacen el resto de vehículos, etc que por el paisaje. Sin embargo aquel día, no sé por qué, por el rabillo del ojo, entre curva y camión, pude vislumbrar las altas y abruptas montañas, la estrechez del paso, imaginarme el río allí abajo, y mirar el verde de las plantas que allí crecen de manera casi milagrosa. Sentí la necesidad de detenerme a hacer fotos, y como conducía yo, lo hice. Desgraciadamente, no es que sea el mejor fotógrafo del mundo, y no pude captar ese paisaje tan bonito de la manera que me habría gustado. Luego seguí con mi camino. Despeñaperros quedaba atrás, y delante me esperaba Granada.

La vida es así. Uno nace y el tiempo empieza a correr, como si fuese una carretera que transitamos. A veces nos sentimos tremendamente desgraciados, pero sabemos que tenemos que luchar para recuperarnos, porque el momento de sentirnos tristes pasará, y no podemos dejar que ese sentimiento nos lastre y nos impida seguir adelante… porque vamos a tener que seguir adelante de todos modos, la carretera va a seguir deslizándose bajo nuestros pies, como una de esas cintas de correr que hay en los gimnasios. A veces estamos increiblemente felices y creemos poder tocar el cielo con las manos, y en esos momentos sabemos que tenemos que aprovechar la sensación a tope, porque luego se irá y la dejaremos atrás, igual que yo dejé atrás Despeñaperros. Todo lo que nos podremos llevar será una foto, un recuerdo.

A veces, tenemos muchas ganas de llegar. Esta entrada la escribo en respuesta a los comentarios de Aniel y Ángela de que hay personas que se pierden una fase muy bonita de su vida por el ansia de querer ser YA su sexo real.

A veces, como decía, tenemos muchas ganas de llegar, y el viaje se convierte tan sólo en una incomodidad, un tiempo perdido, lleno de esfuerzo e incomodidad, que sólo sirve para cansarnos. ¡Ojalá el teletransporte instantaneo no fuese sólo cosa de la ciencia ficción! Sin embargo, cuando hablamos de objetivos vitales, es necesario ser consciente de que el destino, el único lugar en el que nos quedaremos permanentemente, será la muerte.

Imaginemos una persona que se va a casar. De repente toda su vida gira entorno a la boda. Durante un año dedica tiempo y esfuerzo (por no hablar de dinero) para que todo sea perfecto, para que cuando llegue ese momento sea muy especial. Luego llega el día de la boda, todo sale como había planeado, y es maravilloso. Después el momento ya ha pasado y hay que empezar a preparar el viaje para llegar al próximo lugar de destino, para alcanzar la próxima meta.

Desde pequeño me han enseñado que en la vida hay que luchar para conseguir cosas, o para mantenerlas. El momento importante es aquel en el que consigues lo que estabas buscando, cuando llegas a la meta, mientras que el resto es espera y lucha. Lo malo es que si planteas así las cosas, al final resulta que el balance de la vida siempre tiene saldo negativo, puesto que el momento de obtener algo siempre va a ser más corto que todo el tiempo empleado en luchar para conseguirlo, y una vez conseguido lo que sea, habrá que volver a luchar.

¿Tiene sentido pelear sin parar para conseguir breves momentos de triunfo? ¿Tiene sentido ir siempre conduciendo a la máxima velocidad por autopistas aburridas para llegar a un sitio, y luego a otro, y luego a otro? ¿No será mejor elegir una ruta que por lo menos resulte agradable? ¿Pararse a tomar un café en ese bar que tiene tan buena pinta?

Yo también conozco a personas que están desesperadas porque quieren ser YA su verdadero sexo. De hecho, no lo quieren para ya, lo quieren para ayer, de modo que llegue cuando llegue, ya va a llegar tarde, y viven el presente mirando sólo hacia el futuro, preguntándose cuando llegará, sin ver todas las cosas maravillosas que tienen hoy a su alrededor.

Si me dijesen que me queda un mes de vida, seguramente no haría una fiesta para celebrarlo, pero tampoco me hundiría al pensar que no he hecho nada en mi existencia. Tal vez no he logrado grandes cosas, pero me lo he pasado bien intentándolo, y los paisajes que he visto por el camino eran muy bonitos.