Existe un fenómeno que suele ocurrir a las personas del colectivo GLTB, conocido como “encapsulamiento”. Consiste en que, poco a poco (o no tan poco a poco), las personas van aislándose de la sociedad en general para empezar a relacionarse únicamente con otras personas del “ambiente”. Al final terminas descubriendo que vives en una calle en la que todos los vecinos son homosexuales, todos tus amigos son gays, y en tu tiempo libre tan sólo vas a ciertos locales de ambiente, y en general tu modo de vida se ve condicionado por la tendencia o identidad sexual.

Realmente, no es algo tan raro, ni pasa sólo a las personas GLTB. Todo el mundo busca estar con personas que le comprendan y tengan unos valores y modo de vida similares, y no hace falta ser homosexual o transexual para buscar gente similar a uno mismo. Por eso existen las tribus urbanas, y, llegando a un extremo, las sectas.

Estar en una secta no es muy sano que digamos. Las tribus urbanas no están mal, si eres adolescente. Pero a la larga, cualquier tipo de “encapsulamiento” acaba siendo perjudicial en el sentido de que uno se acostumbra a pensar, y que los que están a tu alrededor piensen, todos en el mismo sentido. Desaparece la diversidad de opiniones y la mente se vuelve rígida.

Cuando empecé con mi transición, una de mis preocupaciones era precisamente esa, que terminase encapsulándome. Incluso en un ambiente tan estrecho como la transexualidad (estrecho en el sentido de que, en realidad, somos muy pocos, tan sólo unos miles en toda España), esto es posible. Y llegado un punto, notaba que toda la gente nueva que conocía tenía algún tipo de vínculo con el ambiente, y no era capaz de recuperar mis aficiones, por más que, eso sí, me he esforzado por mantener a mis viejos amigos. Simplemente, no podía salir de ahí, ni enfocar mi atención en otra dirección.

Es lógico. Como dice Ariovisto en el otro comentario, en esta situación uno se encuentra sin saber ni qué, ni cómo, ni nada. Hay muchas cosas que aprender, y es una situación para la que nadie nos ha preparado. Las estrategias y herramientas para afrontarla y salir adelante, sólo pueden venir de otras personas que hayan pasado por las mismas circunstancias. ¡¡¡Pero eso no significa que haya que centrarse únicamente en resolver este problema!!!

Por eso, ahora que vuelvo a retomar con ilusión mis aficiones, que hago nuevos amigos, y que mantengo a los antiguos (esto es algo que en su momento me preocupaba mucho, pues no sabía lo que harían o pensarían ellos de mi), me siento mucho más tranquilo. Veo que en el último mes el eje de mi vida se ha ido desplazando de los problemas de identidad, hacia el resto de objetivos que todo el mundo puede tener en la vida. La situación laboral y como mejorarla, el tamaño y cuantía de las facturas, qué voy a hacer de comer mañana, cuando sale la convocatoria/fecha de la oposición, que tengo que comprarme un traje para la boda de mi amiga Encarni, para ir guapo y no morir de asfixia en el camino – se casa en Julio -, que el martes he vuelto a quedar para jugar por la noche, que aun no doy suficientes pulsaciones en mecanografía, y tengo más fallos de los que me gustaría, que el tema que estoy estudiando ahora mismo es un pestiño, que ya tenía ganas de que llegara la semana santa, porque últimamente me costaba horrores levantarme de la cama y necesitaba unas vacaciones… y, por supuesto, que ya tengo ganas de que la psicóloga me de el informe.

Pero eso ya no es el centro de mi vida. Está ahí, es uno de mis objetivos fundamentales, y no deja de condicionarme en muchos aspectos. Ya no vivo por y para ello. La causa, está claro, es que ahora ya puedo ser yo mismo en la mayor parte de las facetas de mi vida (que es lo importante).

Realmente, esto que parece tan normal, me ha costado mucho trabajo y esfuerzo. Me refiero a, simplemente, poder relacionarme con otras personas de forma normal, sin dramas ni tragedias. Es el resultado de una estrategia preparada y consciente: hago una cosa para conseguir otra. Pero el efecto es tan natural que da la sensación de que las cosas han sido así siempre. Empiezo a pensar que la “espontaneidad” está sobrevalorada.