Bien, por fin pasó mi momento de bajón y vuelvo a tener ganas de hacer cosillas. Creo que el haber cobrado el finiquito de Ediciones Rueda, 100 euros más sustancioso de lo que yo esperaba (no se cómo eché las cuentas) ha sido una buena ayuda para animarme, je, je, je.

Comentaba en otro post que he estado mirando planes alternativos para el futuro y di con un plan C. Resulta que el ayuntamiento de mi pueblo organiza cursos becados, en los que, además de conseguir un título extra para hacer currículum, y aprender algo (me parece que mi orden de prioridades debería ser inverso… primero aprender, luego hacer currículum), te pagan un poquito.

Son cursos sobre oficios, como cocinero, cuidador de personas mayores, electricista, etc… con lo cual, no tienen relación alguna con nada de lo que he hecho hasta ahora (exceptuando mi trabajo en la tienda, que también es un oficio), pero tienen la gran ventaja de que no requieren que los profesionales que los realicen tengan una actitud especial. Basta con que hagan su trabajo y lo hagan bien.

Entre los cursos que se ofertan, está previsto uno de jardinería, que es el que me ha llamado la atención. Lo cierto es que tengo un don especial para la jardinería: planta a la que me acerco, planta que muere. Pero imagino que si alguien me enseñara a cuidarlas, la cosa mejoraría ¿no? Siempre he pensado que todo se puede aprender.

Además el trabajo de jardinero, aunque requiere esfuerzo fisico (cosa que no me molesta para nada, ya que así puedo adelgazar y ponerme fuerte), debe ser bastante gratificante, en el sentido de que, día a día vas viendo el resultado de tus esfuerzos reflejado en los seres vivos y el paisaje que te rodea. También he oido que la jardinería es un yacimiento de empleo, pues muy poca gente conoce este oficio. Supongo que el acceso al mundo laboral se hará mayormente a través de los ayuntamientos, por oposición o algo así, pero bueno… eso no es algo que deba echarme atrás. ¡Como si nunca hubiese preparado oposiciones!

Finalmente, la última parte del plan C es que estos cursos se van realizando de manera más o menos periódica a lo largo de todo el año, así que, en el peor de los casos, siempre podría ir encadenándolos entre ellos y así no me quedaría parado del todo, o al menos no durante largos periodos. Como plan C, no está mal del todo.

También a base de conocer gente que ha pasado auténticos problemas de dinero (no como yo, que soy un quejica llorón al que nunca le ha faltado nada), he visto que existen muchas posibilidades para elaborar un plan D en caso de que las cosas se pusieran realmente feas.

No escribiré sobre ello, ya que no quiero dar la sensación de que, de verdad, pienso que algún día pueda necesitar recurrir a cosas como los comedores comunitarios, o a la creación de pequeños «negocios» piratas basados más en el ingenio propio y las habilidades de cada cual con los que, si bien uno no se hace rico, si que puede, como mínimo, permitirse pagar el alquiler de una habitación. Pero en cierto modo me resulta reconfortante saber que existe un posible «plan D» de completa emergencia.

Y es que a veces tiendo a ser demasiado pesimita. Uno de los grandes problemas que tenemos las personas transexuales es la integración laboral. Lo cierto es que los chicos lo notamos menos que las chicas (en esta sociedad machista, las cosas suelen ser más fáciles para los hombres que para las mujeres), y también es verdad que yo, mientras no me hormone, puedo optar por la opcción de llevar una doble vida (en realidad, más que opcción es que no me queda más remedio), aunque es una vía dura, que creo que ya me ha costado perder un empleo, pero la cuestión del trabajo es una de las que, de momento más me preocupan.

Me uno en esta preocupación a la multitud de desempleados con problemas mucho más graves y acuciantes que los míos. Mucha gente se ha quedado en el paro, pero, además, tienen familia a su cargo, deudas, hipotecas, etc… así que, además de no haber mucho trabajo, lo que sí que hay son muchos aspirantes a conserguir esos pocos empleos.

Para colmo, no puedo quitarme de la mente que mis padres en su día me dieron un plazo máximo para estar en su casa, que termina con el momento en que empiece el tratamiento hormonal, aunque en realidad pienso que, si llegada la hora siguiese viviendo con ellos, terminarían por aceptarlo.

Así que, cuando me da el venazo paranoico, en lugar de pensar «que suerte tengo de que puedo contar con que mis padres me mantienen, tengo capacidad para preparame unas oposiciones y aprobarlas, no tengo deudas ni nadie a mi cargo, y, además, mi familia es comprensiva con mi situación, dentro de lo que se puede pedir a unos padres», sólo veo los inconvenientes. Que aprobar una oposición es chungo, que hay mucho paro, que algún día mi sexo real y mi sexo legal van a ser diferentes, que mis padres pueden hartarse y ponerme en la calle, etc…

Es en esos momentos en los que, pensar que existe un posible plan D, me permite dejar de darle vueltas a la cabeza y alcanzar la tranquilidad necesaria para darme cuenta de que, pase lo que pase, al final siempre tendré una grieta para escapar.

Puedo considerarme muy afortunado.