Hace aproximadamente un mes, se murió una vecina mía. Era joven, unos cincuenta años, pero llevaba años luchando contra el cáncer, hasta que al final el cáncer ganó (aunque al ganar, también perdió, porque con ella murieron también las células cancerígenas).

Dos noches más tarde soñé que me diagnosticaban un cáncer de pulmón (o de piel, no recuerdo). Pasé una noche malísima, de esas de «si lo sé, no me duermo», y la angustia me duró toda la mañana, que fue el tiempo que tardé en darme cuenta de que ahora tengo miedo a la muerte.

Lo raro es que yo nunca había tenido miedo a la muerte. En cierta época, hasta la deseé con bastante interés, considerando que sería un descanso merecido (ahora, cuando quiero descansar, duermo, y tampoco duermo mucho, excepto los fines de semana). Luego ya no me quería morir, pero adopté un punto de vista un poco fatalista: no hay que tener miedo a la muerte, porque cuando te mueres, ya no puedes darte cuenta de que has dejado de vivir, así que  no te va a molestar mucho.  Me parecía una postura bastante lógica y razonable ¿no?

El problema es que ahora quiero vivir. Tengo muchísimas ganas de saber qué pasará mañana, y pasado mañana, y dentro de dos años también. Ya sé que la mayoría de los medios de comunicación dicen que nos vamos todos a la mierda, que este país se hunde, junto con el resto de Europa, y que los políticos y los grandes empresarios están cometiendo el mismo error que las células cancerígenas de mi vecina (crecer y crecer hasta matar el cuerpo del que se alimentan, para morir con él). Debería esta pesimista con todo, porque todo es una mierda, como nos repiten una y otra vez desde los movimientos sociales del 15-M y similares. Y, sin embargo, decidme imbécil, pero yo tengo ganas de saber qué viene después.

Mientras los derechos sociales se recortan cada vez más, parece ser que la sociedad se va abriendo de manera simultanea a formas distintas de entender la vida, la orientación sexual, la identidad, la familia, los roles sociales (incluyendo los roles de género), el trabajo, el comercio, los servicios, las relaciones entre las personas…

Las personas transexuales vamos ganando reconocimiento y derechos rápidamente. En las Jornadas Feministas Estatales, en diciembre de 2009 nos dimos cuenta (algun*s) de que tomar consciencia de la realidad no binaria de la diversidad humana podía cambiarlo todo de manera radical. En febrero de 2012 veo como algunas de las instituciones más retrógradas (como era la UTIG de Barcelona) han pasado de un régimen de autorización a un régimen de facto de autonomía, por iniciativa propia. Veo ahora como muchas de las personas que hasta mayo de 2011 (encuentros transexuales en Valencia) estaban asustadas y negaban frontalmente la realidad de un no binarismo de género, han adoptado el discurso no binario como parte del suyo con tanta naturalidad que ni siquiera se han molestado en reconocer que antes dijeron justo lo contrario a lo que dicen ahora, sino que incluso defienden su postura con efecto retroactivo.

Quedan todavía muchas batallas que luchar (y que ganar), para crear leyes, para lograr el reconocimiento por parte de las instituciones (es sorprendente lo reacia que es la Universidad, cuando deberían haber sido los primeros en apuntarse al carro), y también para lograr que las leyes que existen se cumplan. Es muy extraño como muchos funcionarios se creen con potestad para aplicar o inaplicar las leyes, si estas no han sido formuladas de acuerdo a su propio criterio. Y no estoy hablando de jueces y magistrdos, sino simples funcionarios de ventanilla de los Registros Civiles, aunque también médicos, funcionarios de educación (inspectores, maestros y profesores). Creo que piensan que el poseer una plaza en la administración les convierte en una especie de semidioses que nunca deberán responder de sus actos. Hay que demostrarles que eso no es así. Quiero ver como van saliendo las cosas.

Una amiga me dice que lo del reciente miedo a morir es una cosa de la edad, que cuanto mayor te vas haciendo, más miedo tienes a la muerte. Yo creo que no. Creo que es porque ahora soy feliz con mi vida, y no soporto pensar que un día se va a acabar, pero en el mundo vn a seguir pasando cosas y yo ya no podré formar parte de ellas, ni enterarme de hacia donde fue tal o cual historia… Porque las historias humanas no son novelas. No acaban, sino que continuan hacia delante, impulsadas por quienes viven en cada punto de ellas.

Antes no me gustaban mis historias, y por eso asumía con facilidad que un día ellas continuarían adelante sin mí. ¿Qué más daba? Ahora, en cambio, me da rabia darme cuenta de que mi final llegará sin que yo me entere de cómo acaba esta película. Así que no me queda más remedio que aprovechar el ratito que me ha tocado pasar por aquí, que ni siquiera sé si será corto o largo…